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Cuentos俳句

Tántalo la embarra en la cocina

Todos los dioses tenían mucha hambre. Desde la noche anterior estaban fuera del Olimpo, en la tierra de ese gran amigo que los había invitado tantas veces. Insistió, e insistió, hasta que Zeus dijo: "Hay que aceptarle la invitación a nuestro querido Tántalo, que nos va a dar un festín que NO VAMOS A OLVIDAR!". Tenía razón, pero ni el propio Zeus se alcanzó a imaginar cuan inolvidable iba a ser la velada. Todos los dioses dijeron que sí sin poner objeciones. Ellos siempre estaban dispuestos a comer una buena comida. Sólo Deméter trató de excusarse, y no asistir. Ella estaba muy triste porque su hija permanecía secuestrada en los infiernos. A mí me suena como una excusa perfecta para NO asistir a una fiesta, pero Zeus la convenció - más o menos - los rayos en las manos eran una amenaza velada para la pobre madre. En fin, se llegó el día del banquete y todos se pusieron su mejor ropa… Ropa?… Creo que los dioses del Olimpo se la pasaban en biringa. Mi hija Juli que está leyendo esto mientras explico esta historia me clarifica que ella los ha visto con túnicas en fotos en películas. También los ha visto con armadura en otra película (que no es de caricaturas). En realidad, no es muy importante si iban vestidos o eran nudistas. Lo cierto del caso es que llegaron a la casa de su amigo quien ya había demostrado en el pasado que realmente no le tenía demasiado respeto a sus invitados. Hacía algún tiempo se había atrevido a robarse el néctar y la ambrosía - los alimentos favoritos de los dioses - y se los regaló a los humanos. Notando el faltante de estos importantes insumos, los chefs olímpicos empezaron a interrogar a todos los posibles sospechosos. Zeus les indicó que tenía cámaras ocultas en todo el Olimpo para saber TODO lo que pasaba allí. Por eso él era el Rey ("it is good to be king!", decía con un inglés con acento olímpico). Fue así como notaron al pérfido Tántalo sustrayendo los alimentos de la cocina cuando él pensó que no lo iban a pillar. Haaa!, no contaban con la tecnología que se iba descubrir 3000 años después: las videocámaras… Los dioses horrorizados clamaron por un castigo ejemplar, pero Zeus sentía aprecio por el rufián y le perdonó. Regresando a la historia, Tántalo no había preparado el banquete, y le tomó por sorpresa que le hubieran aceptado la invitación. Por eso, si invitas a alguien a tu casa, prepárate para un sí. En fin, Tántalo no sabía que menú ofrecerles a sus augustos invitados. Se metió a la internet, y vio todos los re-runs de Masterchef Colombia. Vio a los Rausch, al indio que va a ganar este año, a la Liliana que llora en cada oportunidad, y la Natalia que no sabe hacer huevos benedictos… En fin, lo mejor que encontró fue "hombro asado". Tántalo necesitaba un hombro qué asar. No había nada por allí, cuando apareció su hijo Pélope en calzoncillos caminando por el palacio. Un bombillo se prendió en la mente de nuestro "héroe". Veo dos hombros, a falta de uno, y silvestres… Con la misma cacerola en la que lo iba a cocinar le golpeó hasta matarlo. Pélope no dijo ni pío. Él sabía que su papito era malito. Tántalo estaba feliz. Nunca había hecho un plato tan especial. Ahora sí, iba a descrestar a sus invitados. Se sentaron los doce comensales en la mesa y Tántalo les sirvió en bandeja de plata a su hijo - término medio. Once de los doce reconocieron inmediatamente que era carne humana la que iban a consumir (ya la habían visto antes cocinada con los canívales africanos con los que discutían sobre cómo conseguir marfil…). Sólo Deméter que estaba distraída en su pena se comió el hombro (no sé si el derecho o el izquierdo…). Hubo que llamar a las reparadoras de cadáveres para que lo volvieran a coser (no cocer, eso lo hizo Tántalo). Pélope quedó como un pequeño Frankenstein, todo remendado: pero vivo. Al hombro lo reconstruyeron con marfil africano pues el original estaba rumbo al intestino de Deméter. La ira divina, en todo el sentido de la palabra, se apoderó de TODOS los comensales. Exigieron un castigo ejemplar. Zeus pensó en fulminarlo con un rayo, pero le pareció demasiado rápido, demasiado misericordioso para ese miserable que se había burlado de ellos. Fue así que, entre todos, se propusieron un castigo ejemplar. En primer lugar, hicieron de Tántalo una criatura inmortal. Lo amarraron sumergido en un río hasta el nivel del cuello, con ricas viandas casi en la boca. Le permitieron que sintiera sed y hambre impidiendo calmar ambas, pues al tratar de beber el agua, el nivel del río automáticamente bajaba para quedar fuera del alcance de su boca. De la misma forma, al tratar de alcanzar los alimentos, estos eran soplados por el viento, alejándolos de nuestro "héroe". Además, colgaron una pesada roca que se desplomaba continuamente sobre la cabeza de Tántalo, amenazando una muerte horrible por aplastamiento. Justo cuando él pensaba que ya era su fin, se detenía, repitiendo el ciclo, eternamente. Eso es lo que llamamos el suplicio de Tántalo.

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